sábado, 22 de mayo de 2010

ENTRESIJOS DE EMPLEADO/A PÚBLICO AL PIL-PIL

Como empleados/as públicos, hemos estado unos días noqueados y con sentimientos de culpabilidad por ser los causantes de la crisis internacional; convalecientes aún del shock, nos atrevemos a elaborar la siguiente receta para que todos aquéllos estómagos agradecidos disfruten con la carnaza ajena y vayan siendo conscientes de que "cuando veas las barbas de tu vecino arder.....
Allá va la receta; buen provecho.

Se coge un hatillo de empleados públicos cualesquiera (si son funcionarios, el plato incluso gana en sabor) y se sacuden sin contemplaciones al grito de “estoy que muerdo, ¡que te bajen el sueldo!”; a este ritual puede llamarse al presidente de la CEOE, un tal Díaz Ferrán para actúe de plañidero como jefe de protocolo.

A continuación, agarrándolos por los pies, se meten sin contemplaciones en un caldero con una solución de vinagre y sosa cáustica (al 50%, es decir mitad y mitad); es importante que se introduzcan cabeza abajo, para que se les bajen los humos cuanto antes y queden suaves como guantes; el caldero se deja a macerar ante la ventanilla de cualquier Ministerio para que todo viandante que pase le agregue, si lo desea, un chorro generoso de ácido acético o sosa cáustica, según su propio criterio.
Una vez macerados convenientemente y cuando el bravío está ya bien mermado, se ponen a escurrir por el clásico procedimiento del vilipendio: se les insulta hasta dejarlos pingando cual hoja de perejil; se sugieren apelativos como vagos, maleantes, corruptos, parásitos y similares; si alguien quiere otros apelativos más originales, puede contactar con una tal Esperanzita Aguirre, que es experta en estas lides de descalificar al colectivo público.
Cuando ya están bien escurridos y se les ha puesto bien verdes, se pueden preparar de diversas formas; nosotros proponemos una versión del estafado nacional, que es un guiso consistente y apto para todas las Comunidades Autónomas.
Se vierten, sin trocear, en una sartén con un poquito de aceite: un manojo de ajetes tiernos, cuarto y mitad de capullos de amanita muscaria (la seta de los enanitos), unas tuercas de tamaño mediano y media docena de alcachofas de Tudela; en cuanto coge ligero color de sofrito, se retiran los ingredientes para un bol y se reservan.

En la misma sartén se coloca cada uno de los empleados públicos del hatillo, numerados, con el DNI en la boca y con la oreja izquierda para abajo; se doran a fuego fuerte durante 5 minutos.

Cuando el DNI está churruscado, se le van agregando los ingredientes reservados en el bol y con el siguiente proceder: se les da la vuelta uno a uno y se les aprietan las tuercas; a continuación, se les coloca una alcachofa, per cápita y a modo de micrófono, por si tienen algo que decir; luego se utilizan los ajetes para tapar los ojetes y se redondea la faena agregando las setas en las napias, como la nariz de un payaso, hasta que las alucinaciones sean evidentes; eso se sabe porque cuando se le dice en voz alta a la oreja “ata la jata a la verja”, el funcionario ni se inmuta.

Todo el guiso se deja a fuego medio durante bastante tiempo; por lo menos hasta la siguiente paga extraordinaria.
Si por un casual, durante la cocción, se oyese algún murmullo como “mecaguennn” o “quetedén”, subir el fuego de inmediato y dar unos golpecitos con la badila en la zona de procedencia del gemido, moviendo simultáneamente la sartén a ritmo de “pil, pil” para que se aberronche bien el guisote; conviene también anotar la incidencia y remitir un telegrama a Rajoy para que lo incluya como pregunta en las sesiones de control al gobierno, como suceso subversivo e intolerable.
Se sirve en plato pequeño de modo que los entresijos de los empleados/as públicos cuelguen por los lados; de esta forma es más evidente y vistoso el ajuste de cara a la sociedad; si se presenta en todos los telediarios nacionales o en las tertulias de radio con comentarios de “era hora de atacar a estos privilegiados” entonces ya es la repanocha y queda meridianamente claro que
el tener un trabajo estable es un peligroso delito.


Por fin podemos decir que los empleados públicos vivimos en la montaña rusa: sin comerlo ni beberlo, pasamos de ser los pringadillos de turno en época de bonanza (de ganancia para otros, porque en esa época se nos exigía moderación salarial), a ser los privilegiados de mierda, cuando la bonanza ha acabado en la panza de los de siempre (y entonces se nos congela y se nos baja el sueldo como solución a la crisis que otros crearon).
Por supuesto, el empleo lo hemos conseguido en una tómbola y sin ningún esfuerzo.

Se nos sigue presentando por el tópico del funcionario negligente de ventanilla de la época de Matusalén juzgando a todos los empleados/as públicos de una forma, además de injusta, absolutamente falsa; a todos: a los empleados sanitarios, de educación, de policía, de justicia, de administración y hacienda, de limpieza, etc.etc.

Ahora se estila el "yo, de mayor, quiero ser funcionario/a". Lástima que, como decía mi abuela, “unos tienen la fama y otros cardan la lana”.

Y para colmo, Esperanzita, que cada vez se supera a sí misma, nos regala otra perla cuando se le preguntó si a ella le afectaría el impuesto para las rentas más altas que, rumor tras rumor, prepara el gobierno; “
que lo pague Bono, -dice la condesa- que yo soy pobre de pedir”.
Ay señor, señor, tal para cual; tanto monta, monta tanto
Y Si de sacar un "bono" se trata, mejor que le pregunten a un tal Carlos Fabra, presidente de la Diputación de Castellón, cómo es posible que en 5 años le haya tocado la lotería 4 veces. Si eso no es lo que todo el mundo piensa, yo soy sobrino directo de Tutanjamón.
Es tan pobre, la pobrecita, que la hemos encontrado mendigando, le hemos sacado una instantánea y la subimos hoy al bloggssssssss.

jueves, 6 de mayo de 2010

EL PACTO DE ESTADO POR LA EDUCACIÓN

Lo del Pacto de Estado por la Educación, ha sido un nuevo (vamos a ser suaves) “desencuentro” entre Melín y Melambes, Gobierno y Oposición, Oposición y Gobierno.

Me contaba hace unos días un amigo el siguiente relato a medio camino entre chiste, vodevil o cuento:


En la Edad Media, dos órdenes religiosas iniciaron un debate de alto contenido teológico acerca del misterio de la Santísima Trinidad; una de las órdenes envió a Fray Avispado, un aventajado teólogo de rostro enjuto, reputado prestigio y famoso por la profundidad y complejidad de sus reflexiones.

En la otra orden, nadie se atrevía a tener una discusión de tanto nivel con semejante crack mediático; estaban en éstas cuando, ante el asombro de toda la congregación, se ofreció Fray Rebolledo, un fraile con fama de ser bastante garrulo y hablar llano; su aspecto podría pasar perfectamente por hermano gemelo de Sancho Panza.

El día de la discusión, colocados ambos frailes en tarimas enfrentadas ante un tribunal eclesiástico, ofrecían una imagen muy quijotesca.

A Fray Avispado le faltó tiempo para iniciar el debate mirando a su interlocutor con el brazo derecho levantado y el dedo índice enhiesto hacia el techo (semejante al gesto de Aznarín, aunque con otro dedo); Fray Rebolledo, sin demorarse y sin consultar con nadie, levantó de la misma forma y a modo de respuesta, no sólo el índice, sino también el dedo corazón.

Esta rapidez sorprendió a Fray Avispado, que inició una concienzuda consulta entre un montón de pergaminos que tenía desplegados en la tarima; después de una larga espera, miró de nuevo a Fray Rebolledo y levantó tres dedos con gesto de interrogación en su rostro; Fray Rebolledo, sin esconder cierto enojo, levantó de inmediato el brazo con el puño en alto y moviéndolo en círculos.

Ni que decir tiene que, de nuevo Fray Avispado se quedó estupefacto por la agilidad de la contestación; no acertaba a comprender cómo un razonamiento tan profundo podría salir de la mente de un fraile con tanta de fama simpleza mental. Después de un largo tiempo, se acercó al tribunal y le dio la razón a Fray Rebolledo.

De vuelta a sus respectivas congregaciones, cada fraile contó su punto de vista.

Fray Avispado relató cómo él había planteado en un principio la existencia de un solo Dios y que Fray Rebolledo le contestó que había que tener también en cuenta al Hijo; ¿qué pasaba entonces con el Espíritu Santo, como tercera persona? Preguntó Fray Avispado; y fue cuando su interlocutor le convenció con el razonamiento de que las tres personas se unificaban en un solo Dios.

La versión de Fray Rebolledo fue otra muy distinta:
-Fue él quien empezó –dijo-; yo no hice más que responder a sus provocaciones. Primero me amenazó con que me iba a meter un dedo por el trasero; y claro yo me vi obligado a decirle que entonces yo le metería dos.
-No contento con eso –prosiguió Fray Rebolledo-, me dijo que estaba dispuesto a meterme tres dedos por salva sea la parte; y, hombre, hasta ahí podíamos llegar. Ni corto, ni perezoso, le contesté que, llegado el caso, yo le metería el puño entero y con retorcimiento incluido.

Esto viene a cuento de que las versiones sobre la imposibilidad del Pacto de Estado sobre la educación son tan diferentes como en el chiste (o incluso más), según preguntemos a la Sra de Cospedal o al Sr. Gabilondo.

Y esto es así porque comparten el canal (en este caso posiblemente se trate de un canal de desagüe más que de un elemento de la comunicación) pero el código de cada uno es muy diferente.

Siguiendo con los elementos de la comunicación, a alguien le interesa que haya mucho nivel de ruido y que el mensaje llegue muy distorsionado, mezclado y con mucha alarma social; porque cree que cuanto peor, mejor. ¿Quién-quiénes serán?.

Subimos hoy una fotito mostrando una afectividad a prueba de bombas de dos compañeros, ¡qué digo compañeros!, hermanos; ¡qué digo hermanos!, gemelos inseparables con un amor mutuo y unos lazos posiblemente más fuertes e inquebrantables que los del misterio de la santísima trinidad.

En los mentideros corre el rumor de que se oyeron cosas como “miro tus ojitos y veo que eres todo corazón” o “Tito, bribón, suéltame las ternillas, que no respondo de mí”, "estate callado, cariñin", "no, no, si el cayado ya lo tengo en la mano por si se tercia"; mientras, flotaba en el ambiente aquella conocida canción de Salvatore Adamo que decía “tus manos en mi costado….. lalalaralará….” Bueno, o algo parecido ¡qué más da!.

¡Ay Señor, Señor!. ¡que se vayan pronto!.