martes, 14 de julio de 2009

SI LOS TIBURONES FUERAN HOMBRES

En un correo que me envía mi amiga Mercedes me habla de un reciente artículo de opinión de Juan Cruz en el País con interesante enjundia a propósito de los intentos de Rita Barberá por describir la metamorfosis de la anchoa, ese pececito de mirada tierna que deviene en un objeto de corrupción convirtiendo a los que las regalan y a los receptores en “traficantes de anchoas”.
Y todo ello para defender a Camps en el asunto de los trajecitos de marras.
Coincide que estaba pensando en subir al blogsss un fragmento del maestro Bertolt Brecht de sus «Historias del Señor Keuner» titulado “Si los tiburones fueran hombres” y en el que se muestra un análisis de las relaciones humanas.
Aunque fue escrito durante la epoca de la segunda guerra mundial, como una ácida critica al sistema de gobierno de Hitler, sigue siendo muy adecuado para reflexionar sobre la realidad que ahora nos toca vivir en esta oleada de capitalismo neocon y ultraliberal.
Por eso, hemos decidido utilizar la imagen de MATT del pais.com sobre las anchoas y otro tiburoncito de guante blanco para ilustrar este excelente relato. Allá va:

Si los tiburones fueran hombres -preguntó al señor K. la hija pequeña de su patrona- ¿se portarían mejor con los pececitos?

— Claro que sí -respondió el señor K.-. Si los tiburones fueran hombres, harían construir en el mar cajas enormes para los pececitos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto plantas como materias animales. Se preocuparían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían todo tipo de medidas sanitarias. Si, por ejemplo, un pececito se lastimase una aleta, en seguida se la vendarían de modo que el pececito no se les muriera prematuramente a los tiburones. Para que los pececitos no se pusieran tristes habría, de cuando en cuando, grandes fiestas acuáticas, pues los pececitos alegres tienen mejor sabor que los tristes. También habría escuelas en el interior de las cajas. En esas escuelas se enseñaría a los pececitos a entrar en las fauces de los tiburones. Estos necesitarían tener nociones de geografías para mejor localizar a los grandes tiburones, que andan por ahí holgazaneando.

Lo principal sería, naturalmente, la formación moral de los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más grande ni más hermoso para un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de forjarles un hermoso porvenir. Se les daría a entender que ese porvenir que se les auguraba sólo estaría asegurado si aprendían a obedecer. Los pececillos deberían guardarse bien de las bajas pasiones, así como de cualquier inclinación materialista, egoísta o marxista. Si algún pececillo mostrase semejantes tendencias, sus compañeros deberían comunicarlo inmediatamente a los tiburones.

Si los tiburones fueran hombres, se harían naturalmente la guerra entre sí para conquistar cajas y pececillos ajenos. Además, cada tiburón obligaría a sus propios pececillos a combatir en esas guerras. Cada tiburón enseñaría a sus pececillos que entre ellos y los pececillos de otros tiburones existe una enorme diferencia. Si bien todos los pececillos son mudos, proclamarían, lo cierto es que callan en idiomas muy distintos y por eso jamás logran entenderse. A cada pececillo que matase en una guerra a un par de pececillos enemigos, de esos que callan en otro idioma, se les concedería una medalla de varec y se le otorgaría además el título de héroe.

Si los tiburones fueran hombres, tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros en los que se representarían los dientes de los tiburones en colores maravillosos, y sus fauces como puros jardines de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones, y la música sería tan bella que, a sus sones, arrullados por los pensamientos más deliciosos, como en un ensueño, los pececillos se precipitarían en tropel, precedidos por la banda, dentro de esas fauces.

Habría asimismo una religión, si los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que la verdadera vida comienza para los pececillos en el estómago de los tiburones.

Además, si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales como lo son ahora. Algunos ocuparían ciertos cargos, lo que los colocaría por encima de los demás. A aquellos pececillos que fueran un poco más grandes se les permitiría incluso tragarse a los más pequeños. Los tiburones verían esta práctica con agrado, pues les proporcionaría mayores bocados. Los pececillos más gordos, que serían los que ocupasen ciertos puestos, se encargarían de mantener el orden entre los demás pececillos, y se harían maestros u oficiales, ingenieros especializados en la construcción de cajas, etc. En una palabra: habría por fin en el mar una cultura si los tiburones fueran hombres.
Bertolt Brecht, "Historias de Almanaque", Berlín 1949. Barcelona, Alianza, 1975.
Seguiremos.
Gracias a todos/as por estar ahí.

3 comentarios:

MARTA dijo...

HOLA COMPAÑERO!!! COMO SIEMPRE ERES INGENIOSO Y SOBERBIO EN TUS DESCRIPCIONES E HISTORIAS. TE DESEO UN VERANO TRANQUILO Y COMO TU Y LOS TUYOS OS MERECÉIS. GRACIAS POR FORMAR PARTE DE NUESTRO GRAN EQUIPO LLENO DE PEQUEÑOS E INMENSOS, A LA VEZ, PECECILLOS. FORMAMOS UN MAR FUERTE Y COHESIONADO PESE A QUIEN LE PESE.
FELIZ VERANO A TOD@S LOS PROFESIONALES DE LA RED DE ORIENTACIÓN Y ESPECIALMENTE A LOS QUE HASTA EL DÍA 15 DE JULIO ESTÁN DÁNDOLO TODO.
MARTA DE MÓSTOLES

Anónimo dijo...

Sabía que lo de las anchoas tenía "tirón" y nos venía al pelo.Pero esa fábula de los tiburones, ha sido muy oportuna, Y es que queremos seguir siendo pececillos disciplinados en el mar de la educación, pero libres para poder guiar adecuadamente a los alumnos y las familias. ¡ Que no nos dispersen los tiburones! Y mucho cuidado con los pescadores de rio revuelto engañosos, que nos ponen cebos envenenados para que piquemos.Felices vacaciones.

Anónimo dijo...

Otro elemento más para el zoo veraniego este. Hay bolsos de vaca de Luis Vouiton, que apestan más que 10 kilos de anchoa cantábrica al sol manchego del mediodía.Pero nada, no pasa nada. Un rasgado de vestiduras apelando a la presunción de inocencia, y a vivir. Como decía el célebre Cicerón: "¿Hasta cuándo, ......,vas a abusar de nuestra paciencia? (Rellénense los puntos suspensivos con los nombres que proceda)